martes, 31 de enero de 2017

Historias de Juventud y añoranza...



MI JUVENTUD, por Conchi Martínez (Redován)
Nací y crecí en una familia sencilla. Soy la segunda de siete hermanos. Vivíamos muy felices, con muy pocas cosas. Nos encantaba fabricar carros con paleras y palos y con barro hacíamos figuritas. Nos fuimos a Francia porque mi padre y mi madre trabajaban allí, mientras nosotros íbamos al colegio, entonces sólo éramos tres hijos, de 9, 7 y 6 años.
Mi padre cayó muy enfermo y tuvimos que volver a España, pero fueron tres años inolvidables: jugar con la nieve, hacer hombres de nieve y con maderas atadas a los pies patinar y caernos cientos de veces.
Tuve que cuidar de mis hermanos y ayudar en casa pues mi madre trabajaba y yo siempre fui la más decidida y crecí algo más y me puse junto a mi hermano a trabajar en una compañía de tomates, y en almacenes y fábricas de conservas.
Me encantaba cantar y sobre todo con mi hermano, hacíamos el grupo “Pimpinela”. Yo siempre era feliz, porque tenía una familia maravillosa y muchos amigos con los que iba al baile y al cine aunque teníamos que andar mucho para ir lo pasábamos muy bien por el camino: reíamos, cantábamos y contábamos chistes.
También hubo muchos problemas, pero fue una época que nunca olvidaré.
Conchi.

MI INFANCIA, por MariCarmen Rufete Trigueros (Redován)
Nací en la calle Abajo. Mis padres se dedicaban a trabajar y así mi abuela era la que me cuidaba y me llevaba a la escuela. Aporendí allí lo mejor de mi vida porque me gustaba estar en clase.
Jugaba en la calle con mis amigos y amigas a “los chinos” y a “los cromos”… era divertidísimo.
Lo que más recuerdo es que llegó la navidad y mi madre me hizo un belén de cartón. Yo me sentí aquel día muy feliz. Después pasó el tiempo y me hice mayor, y me fui a estudiar al instituto.
Mª Carmen Rufete.



MI VIDA, en un pequeño relato, por Rosario Rodríguez (Redován)
Nací en una barraca. Me crié en la huerta con mis hermanos. En aquel entonces éramos felices, aunque había muy poco para comer, pero se vivía bien en familia.  Empecé a trabajar desde muy niña, cuidando de mis hermanos y de la casa pues mi madre se iba a trabajar.
Cuando tomé mi primera comunión para ir a la iglesia mi padre me llevó en una bicicleta, montada de pie en el portaequipaje, desde la huerta hasta la Campaneta. Cuando vine de la iglesia , vine andando, el vestido que era blanco llegó negro del calor y del polvo que había en el camino hacia casa. A la hora de comer, mi padre me dijo “hoy ya puedes comer en la mesa, ya has tomado la comunión”, porque hasta entonces los niños comíamos en el suelo. Cuando me dijo que me sentara en la mesa para mí fue una alegría muy grande y les dije a mis hermanos “hoy ya soy  mayor, voy a comer en la mesa”. Aunque no tuve regalos como sucede ahora, yo ese día fui feliz porque había hecho  mi primera comunión.

Desde los diez años hasta los dieciséis me iba a trabajar al campo con las personas mayores. A hacer toda clase de trabajos en la huerta: plantar y coger patatas, moniatos, coger algodón, plantar ñoras, coger naranjas, limones, coger cáñamo de las balsas…  A los dieciséis años me fui a servir a Torrevieja, de cocinera. Entonces ya tenía novio, estuve dos años sirviendo y luego vine a casa. Seguía trabajando en la huerta, y luego en casa teníamos una tienda, y de casa no podía salir ni a pasear. Así que a los veinte decidí casarme, pensando que estaría mejor y saldría más.
Cuando me casé fue todo muy bonito, pero cuando vine de viaje de novios ya tenía en la cuadra tres marranos, seguía  lo mismo o peor que antes porque cada año tenía un hijo. Pero yo era feliz, porque tengo cinco hijos y cinco nietos que son unos soles. He sido muy feliz a lo largo de mi matrimonio, aunque  trabajando mucho, pero he sido dichosa. Hasta ahora que estoy sola también soy feliz, por estar aquí con mis compañeras de la Escuela de Mayores.
Rosario Rodríguez
 

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