martes, 10 de enero de 2017

Diario de un monitor en apuros...



DIARIO DE UN MONITOR EN APUROS
Como monitor de la Escuela de Mayores me siento muy satisfecho de contar con el grupo de alumnas y alumnos que participan este año en el proyecto. Por mucho que intento llegar cada día unos minutos antes al salón para sorprenderles no hay forma de conseguirlo. Por mucho que madrugue, ellos y ellas ya están allí esperándome.  “¡Te hemos vuelto a ganar!” me dicen, y es verdad. Pero no hay forma de tomárselo a mal, al contrario, me sonrío de pensar las energías y las ganas que traen de empezar la sesión. Y el buen humor que derrochan.

Da igual su edad, la vida más o menos difícil que han tenido, sus achaques y sus numerosas tareas que a pesar de sus circunstancias todavía tienen que cumplir cada día. Llueva o truene, ellas y ellos aparecen antes de la hora indicada dispuestas a dar lo mejor de sí mismas.
Alguna también llega tarde, aunque sea un poco de retraso. Pero siempre hay una buena excusa. Cuando no es el médico, es la farmacia, y cuando no  es que se han tropezado con la vecina de camino y se han puesto a hablar. A veces, inclusive, es que se les ha olvidado que tocaba taller y se han acordado a última hora: “¡Es que no sé ni en qué día vivo!”.

Ya desde el minuto uno del taller se ponen a ejercitar el músculo, pero no el del cerebro, sino el de la lengua. “Señoras, por favor! Que luego se me quejan de que se les olvidan las cosas y es que no prestan atención a lo que digo!!” y se ríen, pero siguen hablando entre ellas. En las meriendas y en los almuerzos que de vez en cuando organizamos sí se hace el silencio, porque tienen la boca ocupada en comer o en beber. Y todos los años les amenazo en tono jocoso con lo mismo: “voy a tener que llevar comida a los  talleres para que estéis en silencio y me escuchéis”. Y se vuelven a reír. 

Me gusta que en el taller haya risas. El buen humor me parece fundamental. Les motiva a asistir cada semana y por otro lado les anima a participar en las actividades que propongo. Es una buena manera de motivarlas y hacerles olvidar aunque sea por un ratito, los muchos disgustos y penas que arrastran.
El momento disgustos y penas es al final del taller. Como si se sintieran en deuda conmigo se me acercan para explicarme lo mayores que están, los huesos que les duelen más o la mala suerte que han tenido en la vida. Es su momento de terapia, de sacar las cosas negativas de dentro y airearlas, y yo las escucho con mucha atención y las intento animar. Se van más tranquilas y contentas, porque yo sé que el simple hecho de exteriorizar sus sentimientos ya es relajante y terapéutico.

Pero no siempre es todo bueno y bonito. A veces llegan también las quejas. Especialmente cuando hay que ponerse a trabajar. Les reparto un texto: “¡uy, qué largo!”; les encargo un ejercicio para casa: “¡madre mía, qué difícil!”; les pido una redacción para el siguiente día: “¡pero si yo no  sé casi escribir!” y así es el ratito de las quejas y lamentos. Lo más curioso es que al corregir las tareas siempre lo hacen bien, casi sin esfuerzo. Se quejan por costumbre pero luego les encanta hacer la tarea. Y se sienten orgullosas/os y quieren ser las primeras/os en corregir y si alguien se equivoca en algo  se oye un murmullo de comentarios en la sala. Y lo peor ocurre cuando soy yo el que se equivoca en algo, porque yo seré muy monitor pero también soy muy persona humana y me equivoco como cualquiera. Cuando “el profe” es quien se equivoca entonces ese murmullo se vuelve atronador. Y claro, como tienen razón no les puedo decir nada y me toca recibir la cariñosa bronca.

Pero no me puedo quejar. Se siente el cariño que me tienen (y que es recíproco). No solo con su forma de tratarme, de hablarme, de comportarse conmigo. También hay días que me sorprenden con un piropo, con un guiño, con una sonrisa. Y, aunque me dé mucha vergüenza, tampoco es raro el día que me han dedicado un poema, un dibujo, una manualidad o una frase para la prosperidad.
Cuando digo que creo tener  el mejor trabajo del mundo, lo digo totalmente convencido. Porque tengo el mejor trabajo del mundo, y a las mejores y los mejores usuarios/as del mundo.
Juanma.

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