Nos invitamos a reflexionar y
hablar sin temor
Vivimos una jornada
muy especial en nuestra escuela: tuvimos la oportunidad de escuchar el
testimonio de una mujer de 92 años cuya vida resulta tan interesante como
inspiradora. Su mirada sobre el pasado, sus recuerdos, sus vivencias… todo ello
abrió un espacio de reflexión y encuentro entre los grupos.
Durante el encuentro,
conversamos acerca de lo que más nos llamó la atención de su historia. Fue
bonito ver cómo casi todas las personas participantes coincidían en que, más
allá de los datos puntualizados, lo que les impactó fue la fuerza, la
sencillez, el paso del tiempo y la capacidad de adaptarse a los cambios.
Aquellas memorias se convirtieron en espejo de nuestra propia vivencia actual,
y no cabe duda de que nos hicieron pensar.
A continuación,
dedicamos un rato a preguntarnos: ¿qué diferencias encontramos entre aquello
que ella cuenta, nuestra propia experiencia vital y la realidad que vivimos hoy
en día como sociedad?
A partir de todo ello,
trabajamos con dos propuestas: una para mirarnos por dentro de manera
individual (pensar en nuestra personalidad, nuestras fortalezas y aquello que
nos hace únicas) y otra para compartir, en grupo, lo que sabemos, lo que
creemos, lo que nos inquieta, y también para ser conscientes de la información
que recibimos. Porque en un mundo con tanta velocidad informativa, cuidar la
mirada, cuestionarse, contrastar se hace más importante que nunca, sobre todo,
para una generación que ha vivenciado estos cambios y que aun se cuestiona
mucho sobre las ventajas y desventajas de la tecnología.
En definitiva, fue una
sesión que nos recordó que aprender, reflexionar y dialogar no tienen edad. Que
la experiencia de cada persona puede convertirse en semilla de nuevas
preguntas. Y que en este espacio podemos exponer nuestras ideas sin temor a ser
juzgadas.
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